“AQUEL CRUZ GRANDE”
“Pensar, que te decía:
nunca jamás,
voy a alejarme de tu amor.
Pensar, que estaba en mí,
que te dijera una palabra : Quédate…”
Pensar.
Los Solitarios.
Cada que camino la calle Cuauhtémoc (acaso la más bonita por lo recta y generalmente limpia en aquellos años), me vienen a la memoria tantos recuerdos felices y agradables como bodas y fiestas de XV años, veladas navideñas (posadas), inolvidables,en las casas del doctor Juan Ramírez y de Don Daniel Reinoso; también sucesos trágicos como la muerte del alcalde Fernando Cañedo y aquel trágico 31 de diciembre de 1969 con Canuto Flores, Reyes Carmona y “el greñas”, velándose a escasos metros uno del otro, en la misma calle pues los tres eran vecinos.
Paisajes de aquellos años que viven en mi memoria sexagenaria: un camión de la “Flecha Verde”, dándose “la vuelta” para estacionarse y cargar pasaje frente a la casa de “China” Salado+, llevando a mis manos infantiles un volante publicitario (arrastrado por el viento ), de “El Zorro” y su variedades nocturnas, y regresar bajando por la calle … al puerto de Acapulco.
Aquellos años en qué era un encanto descubrir cómo funcionaba la paleteria de don Canuto Flores. Ver a don Fidencio Rendón salir de su domicilio con su carretilla de raspados de tamarindo, limón o grosella. Él, vivía ahí en esa casa que era la última al final de esta calle, pues en esos años “Los Mangos”, la bloqueaban completamente. Este terreno era propiedad de la bióloga escritora Ema Reinoso, años después al cambiar de dueño, fue adquirida por don Felicitos M. Gatica.
“Pa’ Licho”, permitió la apertura de la calle tal y como hoy la conocemos, pues también había llegado el primer jardín de niños oficial, se llamaría: “Jovita Delgado de Abarca Alarcón”, esposa del gobernador en turno aquellos años de los 60.
Ya en los 70, la calle Cuauhtémoc tenía movimiento comercial con los materiales para la construcción, “Comercial San Ángel” de doña Eva Salado y don Arturo de la O, las telas de Don Daniel Reinoso (hermano de la escritora y bióloga), el restauran de “China” Salado y la zapatería Canadá de Chagüina Rodríguez. Esa hermosa calle, en el cruce que tiene con la Álvaro Obregón, tenía como atractivo principal el “Salón Orizaba”, donde las chicas buenas que parecían malas, me atraían y seducían. Este legendario lugar era atendido por don Héctor Molina Manzo. Desde ahí, se hacían las dedicatorias a los cumpleañeros y los anuncios importantes que el pueblo escuchaba con mucha atención. Las voces inolvidables del “Capitán Molina” y su hermano Héctor nos despertaban y nos alegraban las mañanas; tiempo después Chagüina les quitó audiencia pero el recuerdo de sus voces vive en la memoria.
No se va el recuerdo de Socorro Chávez ni de “Pay”, escuchando en su consola a los “Solitarios” con “Nada de tu amor”, “Sufrir”… me rebotan en la mente esos momentos como si los estuviera viendo a uno en la hamaca y a la otra en los quehaceres cotidianos del hogar.
Parece que a pesar de todo, para mí, esa calle no ha cambiado. Viven en mi corazón los recuerdos y aquellos que la habitaron.