Mi primer ídolo, mi padrino Abraham... |
Era la calle principal toda nuestra; en ella los chiquillos de "Aquel Cruz Grande" podíamos jugar tranquilamente durante el día, la tarde y parte de la noche. No había tráfico de vehículos, al menos, no circulaban más de tres carros en todo el día.
Nuestro domicilio era en aquel entonces la casa que ahora pertenece a Don Ciriaco Bibiano Sevilla, (que por cierto conserva en gran parte su fachada original y sus tejas de barro) bajo las cuales viví mis primeros años.
De vez en vez, todos los pobladores de "Aquel Cruz Grande" veíamos el paso de un "enorme" camión "tortón" conducido por su simpático operador a quien apodaban "El Aguacate"; un personaje bonachón que bajaba casi siempre en nuestra miscelánea a comprar cigarros. "El Aguacate" se sabía admirado por la gente, que lo veía pasar en solitario con su carga.
Cuando "El Aguacate" procedía de Ayutla transportaba frutos de la tierra, animales porcinos y caprinos con rumbo a Acapulco; a su regreso, su cargamento era de artículos de primera necesidad y petróleo, que llevaba para los habitantes de Ayutla y Tecoanapa.
Otro de esos "titanes" del volante que "Aquel Cruz Grande" veía pasar era Abraham García Salmerón -a la postre, mi futuro padrino de primera comunión-.
Quizá más popular que el mismo "Aguacate", Abraham era de carácter alegre y dicharachero. Tal vez ni el mismo imaginaba que en poco tiempo se afincaría (y moriría) en Cruz Grande, donde llegó a instalarse en la casa que hoy ocupa la oficina de Finanzas, con la hermosa Doña Esther Casarrubias, (su esposa) y sus pequeños hijos Abraham y Leticia.
Cómo recuerdo aquella ocasión en que mi madre me preguntó.
-¿Y a quién quieres de padrino para hacer tu primera comunión?.-Sin pensarlo mucho contesté-:
-¡A Abraham!
Y él (creo), aceptó gustoso. Un tres de mayo (el día del pueblo), interrumpió, sus actividades de trasiego, para ser mi padrino de primera comunión.
Si tuviera que elegir un recuerdo agradable -de los pocos que tuve- de mi infancia, sin duda me quedaría con aquel hermoso traje blanco de saco y corbata de moño y mis zapatos también del mismo color. Inolvidable recuerdo tengo en mi memoria de aquella rosca envinada y el chocolate con que se acompañó el desayuno de mi primera comunión. Sin duda mi madre me mostró en ese detalle que era el consentido de sus hijos.
Pero volviendo a lo que decía sobre la calle principal, recuerdo nuestros juegos como "el veinte" y "el currurru".
Una vez gastadas nuestras energías, ya para retirarnos a nuestras casas, nos sentábamos en circulo frente a la luz de un candil enmedio de aquella calle tranquila. Los más grandes eran quiénes tomaban el papel de narradores de cuentos, que en ocasiones versaban sobre las sirenas y monstruos marinos, otras veces; trataban (con mucho éxito), de ser de "terror". Las noches estrelladas de "Aquel Cruz Grande", eran aún más encantadoras con la luz (en aquel entonces frecuente), del faro de la laguna de Chautengo que para nosotros era una fuente con que se alimentaba nuestra fantasía infantil...
Continuará...
!Que bonita anécdota!
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