"Aquel Cruz Grande" (D.R.) 2015.

IDEA,DISEÑO,IMÁGENES, TEXTOS Y REALIZACIÓN:
ELISEO JUÁREZ RODRÍGUEZ.
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*Derechos Registrados (2015). protegidos a favor del autor.

domingo, 19 de junio de 2016

LOS PIONEROS...JESÚS PANCHÍ MEJÍA.

Jesús Mejía Pío. Auténtica figura del desarrollo ganadero y agrícola de Aquel Cruz Grande. -Foto cortesía de "Restaurant Doña Soco"-.

En la historia de nuestro pueblo -como en la de otros-, se destacan hombres que con su talento y trabajo comienzan el desarrollo económico, político y social de lugares como Cruz Grande.
En los orígenes de Aquel Cruz Grande, -al inicio de 1900-, Jesús Panchí Mejía forjó con su visión una gran fortuna al amasar tierras y ganado. 

Se dice que Panchí, era el dueño de casi todo el territorio que hoy se constituye como municipio de Florencio Villarreal. Casi en su totalidad el pueblo conformaba el imperio de quién era el dueño de lo que tal vez en aquellos años era una especie de hacienda.

Con el devenir de los años, al morir; su heredero principal Jesús Mejía Pío (foto) no sólo mantuvo el capital que había generado su progenitor, sino que lo supo incrementar notablemente.
En aquellos tiempos del México bronco, las personas que trabajaban y poseían bienes sufrían los robos de los asaltantes "de camino real" . Continuamente eran extorsionados y su ganado y dinero era una interminable veta de los amantes de los ajeno.

Se dice que José María Mejía Pio -hermano de Jesús-, al darse cuenta de que este era víctima de un delincuente que continuamente le solicitaba "cuota", valientemente montó en su caballo y con su escopeta cayó en la casa del extorsionador.

-Avísenle a su jefe que vengo a pagarle el dinero que le debe mi hermano, aquí lo traigo
.
Sin sospechar de las intenciones de Jesús, los compinches acudieron prestos a decir el recado a su jefe que salió sin dilación.

-Al llegar frente a José María, se encontró con que Chema ya lo encañonaba con su arma larga.
-¿Cuanto le diste a guardar a mi hermano que le andas cobrando? Aquí estoy para pagarte lo que él te deba...

-¡No Chema, debe haber un error, yo no ...!

Implacable como era Chema, esta vez, no ejecutó al bandido, pero con aquella muestra de valentía bastó para que por lo menos esa gavilla dejara de molestar a Jesús.

Aquel incidente no fue suficiente para terminar con la delincuencia de aquellos años y las gavillas se multiplicaban como células cancerígenas al grado de que Jesús Mejía acudió a la capital del estado a solicitar un permiso para crear en Aquel Cruz Grande una policía de autodefensa.

El permiso para crear la autodefensa fue concedido con una curiosa cláusula: los elementos de aquella policía serían pagados en su totalidad por Jesús Mejía Pio, quién no tuvo objeción en ello, pues sólo requería la legalidad de aquella empresa que garantizaría la paz y seguridad que hacía falta para vivir y trabajar.

En poco tiempo, Jesús Mejía ejecutaba y colgaba a todos los bandidos que eran denunciados o encontrados "con las manos en la masa". La delincuencia vio mermado el control que tenía sobre tierras, ganado y dinero de aquella población, al grado de casi desaparecer.

Jesús Mejía supuso erróneamente que había exterminado a todos los delincuentes que asolaban a su pueblo y confiado redujo al mínimo al personal de la policía de autodefensa, lo que significó la venganza de aquellos que creyó desaparecidos para siempre.

Lamentablemente no tenemos la fecha exacta de su muerte. Jesús Mejía Pio es parte fundamental del pueblo; quienes lo recuerdan hablan de que de él como el dueño casi absoluto de casas y terrenos de Aquel Cruz Grande...
En las investigaciones de "El Blog..." las fuentes que nos han proporcionado los pasajes de esta historia, nos detallan que fue precisamente Jesús Mejía Pio y no Martín Solís Baylón, quién fue condecorado con el grado de teniente coronel del ejército. Nos comprometemos a indagar, en los archivos correspondientes la autenticidad de ambas versiones.


jueves, 9 de junio de 2016

UNA CHARLA CON DON LUCANO CASIANO...

Don Lucano Casiano. Memorias de "Aquel Cruz Grande". Nacido en 1927, es una voz autorizada en los relatos de la historia de nuestro pueblo. A sus 89 años se conserva fuerte como un roble y su figura familiar es respetada por todos. Como un dato curioso podemos recordarlo como "peluquero oficial" de Don Víctor Fuentes Landa. "Le corté el pelo cada 15 días durante, veinte años..." Gracias don Lucano por brindarnos su cálida amistad.




"En 1947 tenía 10 años y Aquel Cruz Grande era un puñado de casas que se apilaban sin orden en lo que hoy es la colonia centro. Todos los años, antes de Todos Santos, los hombres del pueblo hacían una fajina en el perímetro del poblado. Un comisionado invitaba el aguardiente a todos los que trabajaban en esas labores. Ellos iban contentos manifestando con gritos su alegría, y contentos limpiaban los montes que circundaban a Aquel Cruz Grande. El presidente municipal financiaba aquel "estímulo" a quiénes hacían ese trabajo.

El legendario Chico Bernal -que era el alcalde-, llamaba a reunión a los ciudadanos con una tambora desde una enramada que hacía construir frente al ayuntamiento, cuando se tenía que hacer algun trabajo que requería la participación de todos; como por ejemplo, para hacer el corral que serviría para llevar a cabo el jaripeo de la feria de mayo; -que en aquellos años se realizaba en el mero centro del poblado ahí donde está el jardín-.

Aquella feria se llevaba a cabo el día 20 y la fecha del festejo cambió para realizarlo el 3 de mayo -día de la santa cruz-, a iniciativa del entonces presidente Don Reveriano Manzo. El único juego mecánico que divertía a la gente era el llamado volantín que llegaba transportado desde Acapulco a lomo de caballo. Los festejos duraban tres días.

Las fiestas -casamientos, bautizos, bodas, etc, eran celebradas por un trío musical que se se componía de los siguientes filarmónicos: Don Alfredo Salado que ejecutaba el violín, Hermino Moreno en la guitarra y Alfonso Pérez tocaba el clarinete. Esos tres músicos bastaban para animar cualquier evento social y lo hacían muy bien.

Cuando conocía a don Juan Reachi, -mi suegro-, él ya era una persona de la tercera edad, pero sí lo escuché hablar un español que en ocasiones mezclaba de manera curiosa con su lenguaje turco. Don Juan, llegó a Aquel Cruz Grande en compañía de su hermano, ellos comerciaban con telas, joyería de fantasía y mercaderías que vendían en abonos, eran los típicos libaneses que llegaron a México a trabajar duro y casa por casa. Don Juan Reachi vino a Cruz Grande, se regresó a México, pero el destino le tenía deparada una sorpresa: al volver, aquí se quedaría para siempre al casarse con doña Teresa Morales...

CHILAPA...

Padre Tino. El rector de internado Morelos de Chilapa. Un buen hombre que intentaba educar y ayudar. Sus esfuerzos por alimentar a 150 niños con una cuota de 150 pesos mensuales fueron en ocasiones, milagrosos.


Pero sé, bien que sé...
que algún día también me moriré.
y si ahora vivo contento con mi suerte,
sabe Dios qué pensaré cuando mi muerte,

¿Cuál será en mi agonía mi balance?
No lo se, nunca estuve en ese trance...

"Qué suerte he tenido de nacer"
Alberto Cortés.


 Chilapa.

No hay nada que nos haga enojar más, que escuchar juicios sobre nuestra vida, por parte de gente que no nos conoce. Es cierto, no nos debe importar el juicio de los demás, si nosotros estámos conscientes de nuestra verdad. Sin embargo; escribo para dejar a los míos y a quién me lea, una pequeña muestra de que no necesariamente se debe delinquir o tirarse a los caminos del mal, pretextando traumas y complejos.

En  los años 80´s, toda una vida de trabajos y sacrificios de mi madre rindió frutos y puso ante nosotros -sus hijos-, todo lo que nos quiso dar siempre. En esos años yo ya frisaba los 30 años y "me desquité" de muchas privaciones de la infancia y juventud; goce la vida de una manera quizá atropellada pero el balance en general, sirve para poder cerrar los ojos con una sonrisa de satisfacción.

Antes de todos esos años de éxito comercial de "doña Ruffus", la vida fue difícil para mi. En 1968 con diez años fui internado en Chilapa, Gro. 
Recuerdo que fue mi madre la que me propuso que me fuera para allá. Lo hizo con la intención de que tuviera las atenciones que ella por su trabajo no podía darme.
  
Creí "divertido"  tener muchos amigos (que igual que yo), estaríamos encerrados pero contentos, (ya que iba a estudiar y a jugar), pero sobre todo iba a tener las atenciones de alimentación, etc, que requería, pues en casa a veces teníamos y -en otras no-, quién se encargara de darnos de comer.

Al llegar ante don Justino Salmerón -el padre Tino-, inmediatamente mi madre, cumplió con los requisitos para ingresarme al internado, pero había un problema: era viernes y no podía quedarme todavía  ya que oficialmente este abría sus puertas hasta el domingo. Mi madre entonces me propuso que me quedara en "El Señorial", -un hotel nuevo en ese entonces-, que era propiedad de una conocida familia chilapeña y, que me presentara (solo), el domingo por la tarde en el internado; acepté sabiendo tal vez que las ocupaciones de mi mamá así lo exigían.

Aprovechamos la tarde del sábado para pasear por las solitarias calles de Chilapa, comimos, y la hora de partir de mi mamá había llegado. 
La acompañé a la terminal de autobuses que por aquellos años estaba a un costado de la catedral, a seis o siete cuadras del hotel donde estábamos hospedados. Eran las siete de la noche. A mi edad no dimensionaba la angustia de ver alejarse a la mujer que me dio la vida y que por años me había cuidado y a la que estaba -y estoy-, tan acostumbrado. 
La vi subir al camión después de abrazarme y darme un beso. El vehículo arrancó y en esos momentos, vi a mi mamá a través del cristal asomarse para verme. Una angustia terrible, me llegó de repente y las lágrimas llegaron irremediablemente al ver que el camión abandonaba el lugar; corrí detrás de el, a lo largo de la avenida hasta que se perdió en la oscuridad del fondo de la calle, gritándole a mi mamá, que ya no me vio.

Aficionado -desde entonces-, a la lectura y al fútbol, quise consolarme comprando un ejemplar de "El Heraldo de México", en un puesto de periódicos. Caminé llorando con rumbo al hotel. Llegué a la administración y pedí la llave de mi cuarto que me parecía más grande y solitario sin la presencia de mi mamá. Me derrumbé en la cama y no apagué la luz por el miedo infantil que todos hemos sentido alguna vez. Sollozando me dormí para despertar quizá dos horas después, aterrado por la oscuridad de la habitación; el dueño del hotel había entrado a apagar la lámpara sin que yo sintiera. No se cuanto tiempo seguí llorando; de pronto aterrado, escuché que unos pasos se acercaban al cuarto y que alguien giraba la perilla de la puerta. Era mi madre que llorando me abrazó. "Me voy a quedar contigo hasta llevarte al internado, me regresé de Tixtla iba pensando que no podía dejarte"- me dijo-. Un inmenso alivio inundo mi corazón de niño por tener conmigo otra vez a mi mamá. Al siguiente día después de comer fui contento de su mano a las puertas del internado y esta vez no sentí la angustia del abandono, pues la ilusión de conocer amigos, jugar futbol y estudiar me llenaban de ánimo; sin saber, sin conocer, lo terrible que es vivir en un encierro en el que viviría las peores hambres, peligros y tristezas que jamás había imaginado.

Recibíamos clases de maestros con evidente formación católica, pero el enfoque de la disciplina en el colegio era con una curiosa tendencia "militarizada". En los desfiles del 16 de septiembre y 20 de noviembre marchabamos con "un rifle o escopeta" de madera, ante el público y la sociedad chilapeña. Recuerdo especialmente a Ricardo "El Monje" mi maestro, un tipo duro y severo que no permitía ningún tipo de relajamiento en el salón. Cuando nos pasaba al pizarrón y no sabíamos resolver algún problema o leer correctamente; nos azotaba con dos tablazos de la culata de la carabina de madera de los desfiles en la parte posterior del muslo; provocándonos un dolor intenso que nos hacía retirarnos cojeando a nuestro lugar. Al salir de clases llegábamos al comedor donde nos servían algún platillo a base de escasa carne y frijoles en raciones pequeñas. Las mesas del comedor eran para ocho o seis chamacos, uno de ellos servía de "mesero" por una semana y -le iba bien pues casi siempre lograba la famosa "repetición" por el hecho de estar en contacto con las cocineras-. Descansábamos un par de horas para regresar a "estudio" y hacer la tarea, después a la seis, saliámos al patio a retozar y jugar. A las ocho de la noche sonaba la campana para cenar un plato de frijoles, té y pan dulce, misma fórmula nos esperaba al otro día en el desayuno en el cual se nos servía café negro.

Hablaba de los peligros a los que se enfrenta un niño en un internado. Nunca vi nada acerca de abuso sexual pero me enteré por medio de otros compañeros, que nuestro prefecto -un aspirante a sacerdote- que en esos tiempos era seminarista y que le llamábamos "Gerson"; al parecer, había violado al menor de todos nosotros; un niño que le decíamos "Nachito Platanares" por ser de un pueblo que al parecer se llamaba "El Platanar", Gro. 
Las peleas y el bulling eran cosa de todos los días en el internado; los más grandes solían pegarles a los más pequeños. En una ocasión el padre Justino me llamó desde el garage de "el palomo" -que así le decíamos a su auto blanco-. Yo jugaba futbol en el patio cuando me gritó enojado: -¡Juárez, venga para acá! Todos sabíamos que cuando el padre Tino llamaba a alguién al garage del "palomo" era para recibir castigo. Obedecí la órden de Justino y caminé hacia la cochera, al entrar lo vi con un cable de luz en la mano temblando de ira. No recuerdo exactamente cuantos azotes me dio porque por vez primera, no atiné a saber el motivo del castigo que me hizo sangrar la espalda. El padre no me dijo la causa, su ira le impedía hablar, sólo recuerdo vagamente una especie de reproche y el nombre de Nachito Platanares que había sido golpeado y quedaba claro que recibió informes erróneos de que había sido yo quién le había pegado.
Con el paso de los años, siendo ya un hombre casado y con hijos pero joven aún, me encontré al Padre Tino aquí en "El Rancho" en una boda de la familia Manzanarez pues él era amigo de Javier quien había estado internado en "el Morelos" y lo invitaba frecuentemente a sus fiestas y eventos. Al verme me reconoció y lo saludé con respeto como siempre. En la conversación personal que tuvimos salió a relucir -a iniciativa mía- los azotes que me había dado. -No le guardo rencor "pather", -le dije-, sólo quiero que sepa que yo fui inocente de esa acusación; jamás le pegué a Nachito.
Con tristeza me dijo que reconocía que había sido injusto, que después, se enteró que el tal Gersón le propinó la golpiza al niño y lo amenazó para que no lo denunciara, gustándole yo para "chivo expiatorio". 
-Perdóname Cheo, has de disculpar, tu sabes que tenía que imponer la disciplina.
-No hay problema pather, -dije sinceramente y de corazón-, abracé a aquel anciano de ojos claros que fue un buen ejemplo para mi a pesar de todo. 
Un día fui con mi familia a visitarlo a su casa de Almolonga y él me regaló su libro de poemas autografiado. Ahí explicó a mi mujer, lo difícil que fue aquel terrible encierro de donde muchos de mis ex-compañeros se hicieron hombres de bien, otros de mucho éxito, pero una gran mayoría optó por el camino del crímen y el narcotráfico, al salir del terrible enclaustramiento de Chilapa...

sábado, 4 de junio de 2016

UN VISTAZO A LA HISTORIA...LA MÁQUINA DE NEXPA Y LA INDUSTRIA DEL ALGODÓN.*

Mucha retentiva. Don Raymundo Gallardo Medina. Conoce bien la historia de "La Máquina".

"Panchí" Mejía.  En 1900, creaba una inmensa fortuna en Cruz Grande. A caballo observaba tierras y ganado. Sin duda, fue parte importante en la historia de los pioneros del municipio.




"Fueron los Cañedo Fernández  -empresarios españoles-, quiénes llegaron en 1935, a sembrar algodón en las tierras cercanas al río de Nexpa. La semilla la trajeron de Oaxaca e inmediatamente toda esta zona estaba llena de gentes de aquí y de otros municipios que llegaron a emplearse, habia mucho trabajo y la procesadora de algodón laboraba día y noche.
En esos ayeres yo tenía 14 años y trabajaba por dos pesos diarios como mandadero. Fueron las fuertes lluvias que desbordaron el río, las que obligaron a los españoles a cambiar la casa grande, que fue reinstalada en la lomita donde a un costado ahora se encuentra la capilla.
Era impresionante ver cómo procesaba el algodón  aquella máquina operada por Don Pedro Gutiérrez un ingeniero español alto y de una corpulencia descomunal. Ese hombre hispano de ojos intensamente azules, amable y bondadoso que en sus ratos libres gustaba de pasear por las calles de Cruz Grande para visitar al Dr. Rogelio Bonilla y a don Generoso Trigo, se casó con una prima maquineña y se quedó para siempre con nosotros ; aquí esta sepultado.
¡Vámos a trabajar a la Máquina de algodón! era una alegre expresión popular y la gente sin saber le dio un nombre a esa comunidad donde empieza la historia de nuestro pueblo. Un día esta empresa dejo de ser rentable en la producción de algodón, por causas de una terrible plaga que exterminó todos los sembradíos. Los Cañedo Fernández se fueron de aquí, aunque parte de sus descendientes viven en Las Vigas y otros vivieron en Cruz Grande como Fernando Cañedo que murió asesinado cuando fue presidente municipal. Él tenía su casa atrás de el jardín de niños Jovita Delgado de Abarca, era vecino de don José Calleja.
Unas décadas después, La Máquina tomó un segundo aire industrial al convertirse en empacadora de Limón, ahora bajo el mando de otro español de apellido Barreno. En los años 70´s parecía que el éxito de la empacadora sería por muchos años pero los precios del cítrico cayeron estrepitosamente y la empresa cerró sus puertas, quedan los vestigios de esa empacadora justo ahí abajo de lo que fue la casa grande de los Cañedo Fernández , a un lado de la comisaría municipal..."




*Datos históricos proporcionados por Don Raymundo Gallardo Medina.