La enorme y fresca galera que albergaba nuestra escuela, tenía un piso pulido rústico en el que los niños que no podían llevar su silla, se sentaban con su cuaderno y lápiz (únicos materiales escolares que se solicitaban), a tomar clases.
Los alumnos de primer grado eran "vecinos" de lo que funcionaba como ayuntamiento, ya que sólo una pared de adobe dividía la escuela con dichas "oficinas". A lo largo de esa galera de gruesas paredes con cuatro puertas al frente de la calle y una para salir al patio posterior; los niños de primer año, se instalaban de la misma manera sin ninguna división de por medio, con los demás grupos.
Nuestros maestros eran (por supuesto), la legendaria profesora Marciana Ramírez, secundada por otros (entre los que recuerdo perfectamente), al profesor Francisco Villamar. Casi hasta el fondo de la galera (lado norte), se encontraba una especie de foro pequeño que colindaba con la cárcel municipal.
Ahí se colocaba a los alumnos de sexto año y del lado derecho de esa "aula" se encontraba una ventana por la que atisbábamos al enorme patio de la escuela y la casa de doña Juana Méndez cuya casa pasados algunos años, (al principio de los 70) fue habilitada como cuartel del 48 batallón. Esto se dio a raíz de que la sede original del brazo castrense ubicado en la loma donde hoy se erigen los edificios de la prepa numero 40, era ya insuficiente para las tropas de avanzada del referido batallón.
En esa casa que estaba en el terreno que hace unos años adquirió Margarito Genchi, siendo presidente municipal y que antes había sido propiedad de el profesor Herminio Basabe; se instalaron zapadores, ingenieros militares y demás personal que vino a planificar y construir las instalaciones que hoy vemos como sede del 48 batallón de infantería.
Regresando con nuestra primera escuela, recordábamos que los honores a la bandera los hacíamos en la cancha pública que se encontraba precisamente en lo que hoy es el kiosco o jardín. Ahí mismo, a la hora del recreo, los alumnos más grandes de sexto año, jugaban voleibol y mientras que los más pequeños jugaban en los brazos de los enormes tamaríndos.
Ni los más acomodados niños de aquella época (que yo recuerde), recibían las cantidades de dinero que los infantes de hoy exigen para acudir a la escuela. Se habla y se comenta que hoy en día los padres de los educandos, mandan a su hijos con 20 pesos como cantidad mínima para comprar a la hora del recreo golosinas o algún antojo. Otros más reciben hasta 50 pesos diarios para su almuerzo en las cooperativas escolares.
Al sonar la campana llamando al recreo aquellos niños metían la mano a su bolsillo buscando la moneda de 20 centavos, para comprar pinole, plátanos fritos, mangos con chile o charamuscas que eran las únicas golosinas que conocíamos. Pensar en tomar un refresco de cola o jugo no estaba en la mente de aquellos niños. Generalmente corríamos a la llave de agua potable de la escuela y en fila tomábamos sin temor a alguna infección estomacal, otros; acudían a las casas más cercanas a pedir les regalaran "un vaso de agua". Por supuesto que los caseros no negaban ese favor a los escolapios que adicionalmente, eran conocidos o parientes.
En aquellos años los niños ricos iban bañados; con sus mochilas, sus zapatos y algún recipiente con agua tal vez. Aunque en ese tiempo hubieran llevado 50 pesos, no existían las cooperativas escolares ni las golosinas que hoy se consumen. La mayoría de los alumnos eran niños con uniformes incompletos, es decir; solamente se procuraba llevar la camisa azul con motitas blancas que a la fecha se usa en algunas primarias. El pantalón azul marino era el complemento que algunos llevaban a la escuela. El calzado aunque siempre ha sido importante, en aquellos años no era cuestión obligatoria ya que muchos estábamos acostumbrados a caminar descalzos. Quién asistía con huaraches era más que aceptado y cumplía con las mínimas normas que imponía la escuela sin mucha exigencia.
En el año de 1966 se crea la nueva escuela Josefa O. De Domínguez y en la ubicación que hoy conocemos se construye el edificio a cargo del gobierno del estado presidido por Raymundo Abarca Alarcón. En aquellos años las escuelas estatales estaban consideradas como de más bajo recurso financiero, por abajo de las escuelas federales. Así durante mucho tiempo, la querida Josefa O. de Domínguez, se consideraba -en ese rubro- inferior a la naciente Escuela Primaria Federal Florencio Villarreal. Los mismos profesores estatales eran remunerados con menos salarios y prestaciones que los pertenecientes al techo financiero federal de aquel entonces.
Al llegar el año de 1970 la creciente población estudiantil hace necesaria la creación de otra escuela primaria -que sería la tercera en la historia de Cruz Grande. Quizá por el elevado número de alumnos en cada grupo, la supervisión escolar decidió que los grupos B de la escuela Josefa O. De Domínguez pasaran a ocupar nuevamente la vieja galera que había sido sede de la misma. Esta escuela fue llamada momentáneamente "Josefa O. De Domínguez. N. 2". Otra vez , me tocó regresar al centro de Aquel Cruz Grande con una parvada de compañeros la mayoría los más inquietos e indisciplinados. ¿Fue una coincidencia? No lo sé, pero ahí conocí a verdaderas almas gemelas, con las que me identifiqué rápidamente. Al estar en nuestra escuela antigua sin bardas ni alambrados, nos sentimos otra vez en plena libertad a la hora del recreo.
Éramos afortunados, ya no estábamos en aquel encierro de la nueva escuela.
Pero no quedaba disuelto nuestro grupo al terminar las clases. Por la tarde nos reuníamos en "la loma" -donde hoy está el templo-. En aquellos años "La Patrona" -así se le conocía también-, era un lugar solitario y oscuro, desde donde mis amigos y yo, nos divertíamos cantando y platicando acerca de las chamacas del salón como tema recurrente.
En más de una ocasión terminábamos durmiendo en la casa de los hermanos Salado; Charly e Hilario que vivían solos. La noches las hacíamos días conversando y haciendo bromas. No se podía dormir pues los catres estaban infestados de chinches. Lo sabíamos, pero lo que menos queríamos era dormir.
Esa fue la última generación egresada de la auténtica y única Escuela Primaria "Josefa O. De Domínguez".
Al llegar 1972 se construyen las aulas de la nueva escuela que recibió el nombre de Adolfo Cienfuegos y Camus, ubicada con rumbo del panteón municipal, desapareciendo para siempre la legendaria primera escuela primaria.
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