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APORTANDO: HISTORIA,CULTURA Y TRADICIÓN DESDE "LA CUNA DEL SON DE ARTESA". CRUZ GRANDE, GUERRERO, MÉXICO. AÑO VIII
"Aquel Cruz Grande" (D.R.) 2015.
*Derechos Registrados (2015). protegidos a favor del autor.
miércoles, 28 de diciembre de 2022
jueves, 17 de noviembre de 2022
sábado, 22 de octubre de 2022
Antonio Molina Gallardo. Un acordeón que llega al cielo.
¿De qué se admiran, de qué?
Si ando borracho de noche y día…
¿De qué se admiran, de qué?
¡Cuiden su vida y dejen la mía!
Autor: Antonio Molina Gallardo.
Toño, uno de aquellos “lacos ” que hacía música al estilo de Acapulco Tropical; aquel que mucho antes hizo “redoba” y música norteña. Toño Molina el de “admiración de la gente”, que le hizo famoso en la región. Compositor y fundador de “Cruz Grande Tropical”, ya casi cumple los doce años “orando doble” (como decía San Agustín), en el coro de la iglesia de la Santa Cruz.
Un día que bauticé a un nieto, en mi festejo familiar llegó el padre Daniel y me escuchó cantar y animar en mi convivio. “Tocas muy bien el acordeón, necesito que te integres al coro de la parroquia” -le dijo el prelado.
Desde el 2011, me hice uno más de los coristas y acompaño las melodías con mi acordeón; parece que a la gente no le disgusta.
“El blog…” reconoce la labor y el servicio que nuestro amigo y paisano le presta a nuestra parroquia. Es en verdad agradable el sonido de las notas que emite desde su viejo acordeón, dándole a la celebración eucarística un toque muy “laco”, es decir muy cruceño. Larga vida para Toño Molina y su acordeón. (Cheo).
lunes, 11 de julio de 2022
Ramón Celis. Un cura diferente.
¿De qué color es la piel de Dios?
- Dije negra, amarilla, roja y blanca es…¡todas son iguales a los ojos de Dios!
Descanse en paz Ramón Celis.
A finales de 1985, llegó a Aquel Cruz Grande, no era mexicano, se sabía que era de Belice y que también tenía la nacionalidad de los Estados Unidos de Norteamérica. De gran estatura, su 1.82 imponía respeto. De piel blanca y rostro armonioso, cuando reía nos hacía recordar a “papá Noel”, por su voluminosa figura. Era Ramón Celis, un pulcro sacerdote de inmaculada imagen, dientes blancos, pelo y uñas recortados. Era el nuevo “señor cura”. Pronto se ganó el cariño de unos y el rechazo de otros. Ramón no era el tradicional cura solapador. Celis instruía desde el púlpito a que los cruceños no solo fueran a misa; les reclamaba que pusieran atención a la omilia: sus celebraciones eran verdadero arte sacro. Su indumentaria sin mácula, su manera de oficiar, no tenían prisa; eran un rito cuidadosamente celebrado, empero: en las bodas, tanto los novios como los padrinos y familiares sólo querían requisitar el protocolo y dejaban ver sus ganas de que “el padrecito” terminará rápido con el casamiento para ir a lo mejor del compromiso: la fiesta.
-¡Sí, ya se que ya requieres ir a beber! - le decía sin tentarse el corazón a cualquiera de los asistentes a la misa que involuntariamente denotaban su incomodidad por la misa de casi tres horas. ¡Pero debes saber que esto es lo más importante! ¡La borrachera no es bendición para los novios, la misa si es para consagrar su lazo matrimonial!
Ramón quería no solo feligreses apegados y conscientes; iba más allá como cuando murió uno de los personajes históricos de Aquel Cruz Grande.
¡Fulano! ¿Y ese milagro que vienes a misa? ¡Claro, vienes porque se murió Don Felipe y como el difunto era de dinero vienes a misa! ¡Si fuera un pobre el muerto, seguro no vienes!
Así era el inolvidable Ramón Celis, un sacerdote que estuvo poco tiempo entre nosotros, pero que nos dejó una enseñanza que pocos sacerdotes se atreven a darnos: nos enseñó que todos somos hijos de Dios y que ante sus ojos todos somos iguales.
Ramón Celis, al que “la palomilla” le endilgó el mote de “Puño de oro”, debido a que no permitía que usaran el atrio para fumar o embriagarse por las noches. Su imponente figura hacía que quien quisiera pasarse de listo, lo pensara dos veces.
Hoy nos enteramos que falleció Don Ramón Celis, uno de nuestros sacerdotes. Descanse en paz padre.
jueves, 26 de mayo de 2022
lunes, 23 de mayo de 2022
¡Exclusiva del Blog! Enrique “El Jerry” Palma, nos habla de cómo han logrado llegar al fútbol profesional sus dos hijos.
“
“El Jerry” Enrique David Hernandez Palma, es nuestro compañero de trabajo en la delegación de servicios educativos de la región costa chica con sede en n Cruz Grande. Abre su corazón y nos relata los detalles de las carreras futbolísticas del “Primo” y de “El Paganini”.
“Tanto Luis Enrique como Jesús, han demostrado el gusto por el fútbol desde que eran pequeños.
Hace apenas unos años cuando Luis Enrique ya estaba en la casa club del Pachuca y tenia 16 años, los visores del insistieron en llevarse también a “Chucho”. Al principio yo no aceptaba que “Paga” se fuera a Pachuca, pues sólo tenía 9 años, era muy pequeño aún. Sin embargo; después de jugar un torneo en Chihuahua representando a un colegio de Hidalgo, fue detectado por “las chivas”.
Esa era una buena oportunidad pero se lo hice saber a los directivos del Pachuca. No me agradaba la idea de mandarlo a Guadalajara pues estaría mejor cerca de su hermano en el Pachuca. Fue así como se quedó en la organización tuza.
Para realizar el sueño de llegar a ser futbolista profesional no solo se necesita jugar bien. Hay que contar con el apoyo de la familia que tiene que hacer muchos sacrificios económicos y sufrir mucho lejos del hogar. Tanto Luis Enrique como Jesus demostraron que estaban decididos a privarse de muchas cosas a cambio de realizar su sueño. Enrique tuvo todo para ser un referente del Pachuca. Lamentablemente el éxito le llegó relativamente fácil y no estaba preparado para soportar la fama. Las malas compañías y la fiesta arruinaron una carrera que prometía mucho.
Es difícil aceptarlo pero cuando Enrique truncó su futuro, también nos afectó en lo familiar. Fue un duro golpe que paradójicamente nos está sirviendo de experiencia en la carrera de Jesús. “Chucho” sabe que no puede cometer los mismos yerros que llevaron a Enrique a terminar con la suya.
Estamos conscientes de que el fútbol es difícil, que en esto hay momentos dulces y a veces amargos. Tratamos de mantener la humildad ante todo”
El Blog… siempre apoyando al talento que produce nuestra tierra le desea lo mejor a “Jerry” Palma y mucho éxito a Jesús Hernandez Casiano “El Paganini”.
sábado, 26 de febrero de 2022
¿Quién es Humberto Manzo Ramírez?
Humberto ha sido desde temprana edad, serio y callado, pulcro en el vestir y cuidadoso de su imagen personal; lo que tal vez fue determinante, (dato capcioso), para ser elegido chambelán oficial de una de las quinceañeras de la más alta sociedad de aquellos años.
viernes, 4 de febrero de 2022
Víctor Hugo Gallardo Mayo…
domingo, 30 de enero de 2022
Canciones de Aquel Cruz Grande...
"Estoy en el puente de mi carabela
y llevo mi alma, prendida al timón.
Un soplo de amores, empuja mi vela.
Y zarpo cantando, y zarpo cantando, divina canción..."
(Graciela Olmos "La Bandida").
A mis ocho años, disfrutaba escuchar la música. Siempre me gustó poner atención al mensaje y contenido de las canciones y sus letras e invariablemente, leer el nombre de quién era el compositor.
Al caminar por la calle Cuauhtémoc para ir a visitar a mi mamá grande o llevar algún encargo, siempre me detenía frente al "Salón Orizaba" de don Héctor Molina.
La música de la sinfonola y las mujeres "malas" -que a mi no me parecían tanto-, me atraían y me llamaban al pasar. Si bien no ingresaba al interior -por mi edad-, me colocaba discretamente atrás de una barrera de fajillas de madera que tenía aquella inolvidable y mítica cantina; desde donde se emitían las complacencias mañaneras a los que festejaban su onomástico y los promocionales de las funciones de cine.
Curioso, observaba el interior del pequeño salón en cuyo piso estaba esparcida la "viruta" -seguramente para facilitar el aseo-. Al fondo de aquel antro, una hermosa sinfonola Wurlitzer.
La inolvidable voz de Javier Solís me cantaba -entre muchas canciones más-, "Carabela". Aún a esa tierna edad me subyugaba la melodía y su poético verso: "Que marque mi ruta el ave que vuela/la estrella errante/ o el raudo ciclón. Yo quiero ver limpia mi fúlgida estrella/ Y será un día mi nave/será un día mi nave: la reina del mar". Cuando tuve en mis manos el disco averigüé que la autora era Graciela Olmos "La Bandida". Muchos años después, me enteré quien era esta enigmática mujer cuya vida, resulta ser una vorágine de pasiones y aventuras inimaginables -incluso para las mismas mujeres que hoy reclaman igualdad de géneros-.
Es por demás curioso -además de admirable por lo contrastante-, que una mujer como ella, fuera lo mismo capaz de hacer versos poéticos en sus melodías como "La enramada", corridos célebres como "Siete leguas" o pinturas musicales como "Carabela" y al mismo tiempo ser proxeneta y contrabandista. La Bandida se relacionó lo mismo con el bajo mundo de las drogas y las altas esferas políticas; que con intelectuales y poetas como Pablo Neruda entre muchos famosos artistas y compositores como Agustín Lara.
viernes, 21 de enero de 2022
Aquella música…
Musicalizaban todo el ambiente de Aquel Cruz Grande. Escuchando aquellas melodías, prácticamente se podía saber el estado de ánimo de quién estaba festejando o ahogando sus penas en alguna de las cantinas del pueblo. La primera sinfonola que vi, era una “Wurlitser” y estaba en aquella casa de fresco y amplio corredor, que curiosamente se llamaba “La ciudad de Oviedo” . Esta casa, propiedad de la familia Martinez Molina, estaba al frente de la calle. Era una cantina con mujeres y cantinero para brindar servicio a los parroquianos; también funcionaba como salón de fiestas en las clausuras de fin de cursos de la mítica escuela primaria “Florencio Villarreal”. Atrás de esa casa, un alto y enorme techado de lámina negra de cartón podía mitigar los fuertes rayos del sol. Ese billar- cantina se encontraba en lo que después fue el famoso “salón modelo”, que ubicado en la calle Cuauhtémoc casi esquina con Álvaro Obregón, atendió algunos años nuestra amiga Lupita Rafaela. Capitaneados por mi primo mayor David Bonilla Rodríguez, fuimos a medio día (con la protección de algún adulto mayor) en parvada, a conocer aquel fantástico aparato de sonido que de lejos habíamos visto y que podíamos escuchar a todas horas en donde nos encontráramos. A través del cristal de aquel aparato voluminoso, atisbábamos asombrados, como el brazo mecánico seleccionaba el disco después de haber depositado una gran moneda de plata (con valor de un peso), de aquella década sesentera. Recuerdo que observamos atentamente, cómo un pequeño disco negro de 45 revoluciones por minuto (que tenía la imagen de un perro al pie de un megáfono), fue colocado en su tornamesa para que otro brazo mecánico con aguja magnetofónica se posará sobre él arrancándole sonidos y notas musicales. En aquel disco (aún girando) se podía leer: “El Charro Avitia”. “El perro Negro”. (José Alfredo Jiménez).
En aquellos años había ya muchas sinfonolas. En la calle cinco de febrero se encontraban cuatro o cinco cantinas a las cuales los menores de edad no teníamos acceso. Esos lugares prohibidos para los menores eran verdaderos oasis de placer para los mayores de edad y para aquellos que ya portaban consigo la famosa cartilla del servicio militar (liberada), es decir que acreditaba que el que la presentaba era mayor de edad y había cumplido con el adiestramiento militar. Quien osará visitar esos lugares y era sorprendido por la policía municipal o peor aún, por el rondín militar seguramente la pasaría detenido en la barandilla del ayuntamiento no sin antes ser pateado y golpeado en salva sea la parte por la culata de un mosquetón de los guachos.
En aquella calle barrancosa las jóvenes, (algunas no tanto), se les veía en las puertas de esos antros; con labios pintados, perfumes baratos, faldas cortas y cigarro en la boca. Sugerentes, invitaban a los transeúntes a pasar a interior de sus locales. Las melodías de esas cantinas, tan cerca una de la otra se confundían dado que el volumen de cada sinfonola era a toda su capacidad. En una se escuchaba “amor de la calle” con Chelo Silva; mientras en la otra sonaba con igual fuerza “Sombra Negra” con Aníbal Velázquez. Más al fondo de la misma calle se escuchaban otras sinfonolas, que hacían cantar a Javier Solís con “Las rejas no matan” y a “Los Alegres de Terán” con “Los pilares de la cárcel”.
Así eran las noches de Aquel Cruz Grande, en nuestra casa ya dispuestos a dormir, escuchábamos a lo lejos las desgarradoras canciones de las sinfonolas, imaginando el ambiente de tabaco y cerveza.
Al paso de los años ya en la década de los 70, el restaurante “Katy”, propiedad de la familia Rafaela Delgado, tenía su propia sinfonola : una “Rowe Ami” que a diferencia de las Wurlitzer y Rockola manejaba la fabulosa cantidad de 100 discos a diferencia de las primeras con capacidad sólo para 50 acetatos. Está sinfonola rivalizaba musicalmente con la que manejaba en
nuestro local visitado lo mismo por estudiantes y parroquianos; una Rocola de 50 acetatos de 45 revoluciones por minuto. Mientras que la sinfonola del “Katy” se caracterizaba por tener en su catálogo a Creedence y Beatles; mi sinfonola estaba al día con los éxitos de Los Freddy’s, Solitarios, Terrícolas, etc.
Me encargaba personalmente de programar aquel aparato y en poco tiempo, sin permiso de mi madre, abría y cambiaba a mi criterio los discos que consideraba “a la baja” en popularidad y preferencia de los clientes. Viajaba continuamente al puerto especialmente a comprar las novedades discográficas. Así pues sin proponérmelo me convertí en un disc jockey de mis tiempos y de la juventud de los setenta, ochenta y noventa de Aquel Cruz Grande. (Cheo)