"Aquel Cruz Grande" (D.R.) 2015.

IDEA,DISEÑO,IMÁGENES, TEXTOS Y REALIZACIÓN:
ELISEO JUÁREZ RODRÍGUEZ.
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jueves, 7 de abril de 2016

"DE AQUELLAS BODAS SESENTERAS"...

A las ocho de la mañana pasaban los novios de prisa, había sonado la segunda llamada. Don Víctor Fuentes párroco del templo seguramente ya los esperaba, en breve iniciaría la misa y había que estar frente al altar. Vi muchas veces en mi niñéz el paso feliz y apresurado de muchas novias, unas tan humildes, otras no tanto; pero todas hermosas y con un brillo especial en la mirada.

"Enramadas de aquellas bodas"
Ocho días antes ya se había "parado" con fresca palapa verde una hermosa enramada  construída por amigos y familiares del novio. Se adornaba con tendidos de papel blanco picado y en cada esquina de la misma se colocaban racimos de cinco o seis enormes toronjas verdes clavadas por "banderillas" del mismo papel; también era común ver a manera de adorno, sendos racimos de cocos. El aroma de la madera y la palapa verde de aquel techado natural todavía me inunda nostálgicamente los pulmones.

En el patio de la casa se instalaba "la cocina". Grandes cazuelas de arroz y mole de guajolote, eran atizadas por las señoras ataviadas con "mandiles y turbantes" costeños; que alegres parloteaban y gritaban vivas a las familias que emparentaban, mientras iban y venían.

En el centro de la enramada justo en donde después se bailaría el vals, ya lucían pletóricas las bandejas con pan dulce y las tazas con chocolate se encontraban servidas y listas, pues en cuestión de minutos llegarían los recién casados. Al llegar del templo y después de haber solicitado y recibido "el perdón" de los padres de la novia, -por haberse "huído" de la casa-, se casarían por lo civil. La lectura de la epístola de Melchor Ocampo sería escuchada con solemnidad. Una vez casados por las dos leyes, todos a desayunar.

En especial, recuerdo aquella ocasión en que con gran entusiasmo me acerqué a la mesa queriendo saborear el espumoso líquido llevándome tremenda quemada. Aquel delicioso chocolate hacía una natilla tan engañosa que aparentaba estar frío. En esas grandes filas de mesas engalanadas se servía al llegar los novios, el tradicional pozole y tanto los desposados como los padres y  padrinos eran los personajes más atendidos de aquel desayuno especial. Todo era alegría en la casa del novio, familiares y amigos iban de un lado a otro preparando, cocinando, sirviendo y ayudando con entusiasmo en el festejo nupcial.

También fueron jóvenes...Son Chanito Gatica, Simona Ramírez y Patricio Gatica, en una boda de los sesenta.
Llegaban las diez de la mañana y padres y padrinos para esos momentos ya se encontraban "entonados" e incluso animados por el efecto de alguna bebida de anis y por el gran Delfino Casiano y su orquesta "Dios Nunca Muere", que muy temprano se había instalado y afinado los saxofones y trompetas. No era necesario tanto "bombóm" para que la orquesta actuara de inmediato, quienes se tardaban más de los músicos en tener listo su instrumento eran generalmente los bateristas del conjunto: "Chico Tambora" o "Meño" y ya en tiempos más "recientes", "Bartolo" o "Viades".

Los encargados del reclutamiento de señoritas para el baile iban casa por casa a pedir a los padres de las chicas, les permitieran a sus hijas presentarse ya en la enramada, pues la solicitud ya se había requisitado días antes. Poco a poco la enramada se iba llenando de invitados y para animar a los asistentes a bailar, las señoras cocineras se lanzaban espontáneas al centro de la enramada y demostrando estar contentas por el acontecimiento, danzaban aún con sus delantales y turbantes (rebozo, enredado en la cabeza), puestos ante el regocijo de los presentes.

Al llegar las doce del día, cuando ya el calor -materialmente-, obligaba a los presentes a tomar una cerveza -o más-, el maestro Delfino entonaba con su saxofón alto el tradicional vals, enseguida "las calabazas" y si entre los presentes se encontraba por fortuna algún orador como Don Felipe Gatica, se le escuchaba con mucho respeto decir el brindis y los buenos deseos por los desposados.

Cuántas bodas, cuántas parejas se casaron y se enamoraron bailando con Delfino Casiano y su orquesta.



















"Dame cocaleca, quiero cocaleca
Vamos a la playa, que la mar está cerca
Dame cocaleca, quiero cocaleca
Vamos a la playa, que la mar está seca"




Una vez, que se daba cumplimiento al brindis y a la tradición de los bailes nupciales, sonaba "La Cocaleca" y los hombres solteros se dejaban ir sobre todas las muchachas sentadas en un extremo de la enramada, esperándo la socorrida solicitud de: ¿señorita me concede esta pieza? Las más guapas veían más de tres galanes pidiendo el favor y sólo una de esas callosas, curtidas, trabajadoras y endurecidas manos, recibían con orgullo la delicada y suave muñeca femenina. Al término de aquella pieza; el galán tenía la obligación de conducir a la dama a su lugar y esperar a que la orquesta se arrancaran con "Acayucan" y otra vez, se hacía el pedimento a la señorita, si se conseguía de nuevo el favor, había muchas posibilidades de entablar un noviazgo.

La comida principal se servía en el interior de la casa anfitriona y los asistentes entraban por grupos de cinco o diez personas ante la insistencia de los dueños de la fiesta para que  "pasaran a comer".

La mesa de honor estaba adornada -en su parte posterior-, generalmente por una colcha nueva con grandes espejos. La novia radiante, aprovechaba para lucir ante sus amigas las joyas que su nueva familia le había obsequiado; también cambiaba su vestido hasta cinco o diez veces en el trascurso de la fiesta. Esto último era un mensaje subliminal de que no carecería de vestuario ni sutento en su nuevo hogar.

Asi transcurrían las bodas de Aquel Cruz Grande y conforme llegaba la tarde los padrinos se iban retirando en  interminables despedidas , bríndis y  abrazos con sus compadres y con la tradicional cerveza o copa caminera. 

No era raro también que los padrinos -si venían de otro pueblo- se quedaran hospedados en la casa de los novios ya que la tradición de aquellas fiestas continuaba con "la tornaboda" al día siguiente. Al término de esta, "el personal de confianza de la casa", familiares, amigos, etc, tomaban los enseres y latas más viejos. Ellos salían a bailar por las calles principales del pueblo cayendo el sol, buscaban generalmente el domicilio de la próxima pareja a desposarse. Hasta el domicilio de aquellos que estaban "de novios", llegaban cantando "Los Diablos"...

"Ya se van los diablos,
pa´que no los sigas,
los diablos más viejos,
son los de Las Vigas..."

Con inmensa nostalgia: Cheo Juárez.

2 comentarios:

  1. Grandes investigaciones que nos transportan al pasado de nuestro querido pueblo de Cruz Grande, gracias amigo Elíseo por tan bellos reportajes.
    saludos, cuidate.

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