"Aquí se queda la clara,
la entrañable transparencia,
de tu querida presencia;
Comandante Ché Guevara"
Hasta Siempre Comandante.
Carlos Puebla.
I.-
la entrañable transparencia,
de tu querida presencia;
Comandante Ché Guevara"
Hasta Siempre Comandante.
Carlos Puebla.
I.-
En un rincón de aquella gris celda fría, se consolaba imaginando estar en casa, almorzando con su mamá y su familia. Quería mentalmente trasladar el calor cruceño a las heladas paredes de la prisión de Puente Grande. Hecho un ovillo, trataba de calentarse con su propio cuerpo. La sangre seca en su pelo ensortijado y las costras de las heridas que había sufrido por las tortura a que había sido sometido ya no le importaban mucho. El médico-guerrillero, el idealista, el luchador social estaba vencido físicamente, ahí en ese lugar nadie era nada.
Con un ojo cerrado por los golpes y el otro cerrado para soñar despierto, Bertoldo, recordaba a todo. Tenía presente todas las causales de su condena política. No, nunca se arrepintió de haber peleado por la causa de Genaro, de Lucio, del Ché, de Fidel. Volvería sobre sus pasos y haría lo mismo: volver a luchar por un pedazo de pan para los más necesitados, para los más pobres.
Bertoldo y sus sueños libertarios empezaron desde joven, al lado de los cuates. |
Vino a su mente la imagen de sus hijos. Pensó en cuanto gusto sentiría por poder abrazarlos aunque fuera un minuto. Eso sería suficiente medicina para ya no sentir frío ni tristeza. Sonreía sólo, levemente, al recordar las anécdotas cruceñas que lo divertían. Las frases inolvidables de Pablo Martínez y sus ocurrencias; las correrías juveniles y las desveladas con la guitarra llevando serenata por las calles de Cruz Grande. El frío apretaba y Bertoldo lo quería esquivar imaginando estar en la hamaca de su casa, escuchando la voz de doña Pancha Cruz; recibiendo también (cuando ella exhalaba el humo), el aroma de su enorme habanero.
¿Qué será de todos? ¿Cómo estarán? Eran las preguntas que se hacía. La respuesta era el eterno silencio de Puente Grande. No sabía la hora que era, pero eso no importaba. En el penal las horas no marcaban el tiempo; en aquel lugar el tiempo no existía. Sólo había silencio y nada más. Volvió a cerrar el ojo sano, se situó mentalmente en el lugar en que prefería estar. La única libertad que no podían quitarle era la de pensar y eligió pensar una vez más en su casa, en sus hijos, en su pueblo. Se pensó caminando por la principal; libre, saludando a todos en la calle, hasta llegar al centro y platicar con sus amigos.
II.-
Escuchó pasos, no levantó el rostro. Alguién se acercó a su reja pero no quería saber si venían otra vez a sacarlo para torturarlo.
-¿Muchos huevos no? -dijo una voz que jamás había escuchado.
-¿Muchos huevos no? -dijo una voz que jamás había escuchado.
-¿Cuantos guachos mataste?-volvió a preguntar aquel hombrecillo fornido de piel morena.
Bertoldo levantó la vista, lo vio y se preguntó mentalmente cómo era posible que otro recluso estuviera frente a él, haciéndole preguntas.
-Si no se los dije a ellos...¿porqué te lo tengo que decir a ti?-le contestó al fin.
-Me caes bien, me gustaría platicar contigo Bertoldo. Ya pedí que te dejen de chingar. En la tarde te veo en el patio. Soy Joaquín "El Chapo" Guzmán.
-Me gustaría que ahora que salgas de aquí, trabajes para mi Bertoldo, piénsalo.
El cruceño no dijo nada, sólo observaba con curiosidad la personalidad de aquel hombre, del que afuera, todo mundo hablaba. Le agradecía que gracias a su intervención su estancia en Puente Grande ya era un poco más llevadera. El Chapo, al parecer le había tomado aprecio y lo invitaba a su fiestas y banquetes en el penal. No se necesitaba mucho para saber que el de Badiraguato Sinaloa, era un hombre de una inteligencia fuera de lo común. Todos en el penal lo veían con respeto y los guardias lo llamaban señor.
-Ya vas para afuera Bertoldo, ya vas a salir. Yo también saldré pronto. Te buscaré, no lo olvides.
El Chapo... |
III.-
-Maestra. Le informamos que el miércoles próximo, queda libre el doctor Bertoldo. Arregle todo lo necesario para que vaya por él a Puente Grande.-instruyó una voz, al otro lado de la línea telefónica a la esposa de Bertoldo.
-No, maestra, lo que le dijeron es falso. Bertoldo sale antes, sale el próximo lunes. Ponga mucha atención a lo que le digo. El señor me dio instrucciones de pasarle la información correcta para que estén pendientes, no sea que intenten algo en contra del Doctor.
La esposa de Bertoldo se comunicó rápidamente con el equipo de abogados. Ellos no creyeron lo que les decía Doña Flor, que sin esperar más se trasladó hasta el penal de máxima seguridad.
Efectivamente, al llegar a Puente Grande, Bertoldo ya no estaba interno ahí. Al preguntar por él, no le dieron información dónde podría estar. Tal vez habría sido trasladado a otro penal.
-Señora...-se acercó un joven amablemente-. Suba al carro...
-¿Pero porqué?, ¿Qué hicimos?
-No,no, no, nada. Tenemos instrucciones del señor, de llevarla hasta donde está su esposo, él ya salió, lo llevaron a la estación de autobuses. El señor nos ordenó, llevarla hasta Guerrero o si prefiere irse en avión...-le dijo a Flor aquel joven.
Al llegar a la terminal de autobuses, Flor buscaba a su esposo entre la multitud. En un rincón estaba Bertho, todavía desconcertado sin saber qué hacer. Al ver llegar a su mujer, la razón y el sentido regresaron a sus ojos.
-¿Señora, nos vamos?, el coche esta a sus órdenes...
-Dígale al señor que le agradecemos todo pero nos vamos en camión de aquí mismo. Dígale que muchas gracias.
IV.-
Bertoldo se recuperaba lentamente. Era agradable estar otra vez en casa. Pasaron los meses. Meditaba, pensaba. Ahora más que nunca su lucha estaba viva. Su regreso a la pelea contra los abusos de los ricos contra el pueblo, era seguro.
-¡Te dije que te buscaría cabrón! ¡Aquí estoy! -le dijo el Chapo Guzmán, enfundado en una bermuda, playera estampada y tenis. Los Carrera Desing enmarcaban el rostro rojizo de un tipo saludable y alegre. Completaba el atuendo casual con una gorra beisbolera. Estaba en su casa. Increíblemente el hombre más buscado de la CIA, FBI y la INTERPOL, estaba en Cruz Grande.
-Te quiero a mi lado Bertoldo, necesito gentes como tu...¿te animas a trabajar para mi?
-No, amigo Joaquín, le agradezco que piense en mi, en su confianza. Estoy en deuda con usted, no puedo pagar lo que hizo por mi en el penal, pero lo mío es otra cosa. Lo mío es la lucha social...
-Bueno, respeto tu decisión, pero como tu comprenderás nadie debe de saber que yo estuve aquí, en tu casa, en tu pueblo. Si no quieres trabajar conmigo; al menos te recomiendo mucha discrecion.
Descuida amigo Joaquín. Por mi, nadie lo sabrá. Y...gracias por todo.
Un abrazo de sincera amistad, selló aquel encuentro entre dos mundos diferentes, hermanados por un lazo de amistad fortuito...
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