Constancio Ventura.
1936...Aquel Cruz Grande era un caserío que festejaba de vez en vez, alguna boda. Los rebeldes asolaban aún a las poblaciones.
El Capitán Constancio Ventura desde el legendario Cerro de Camacho, -lugar donde estaba destacamentado su cuartel general-; vigilaba por la seguridad de la pequeña comunidad.
En esos ayeres, azotó una hambruna a toda la costa chica. Los servicios del militar cruceño fueron requeridos por sus superiores en Ometepec, por el comandante regional de la costa chica Teodoro "Lolo Mora", -padre del poeta cuautepeco-. Rubén Mora Gutiérrez.
Se dice que a pesar de recibir las mesadas estatales para pagar la nómina del personal del Capitán Constancio; su superior, "Lolo Mora" negaba tener liquidez y se quedaba con los dineros propiedad de la tropa.
Esto y la necesidad de recibir el pago, desataron en una rebelión contra Mora en la que finalmente este murió; descubriendo los inconformes, que el alto mando tenía fuertes cantidades de dinero en centenarios y monedas. A siguiente día, en una celebración de la tropa, es asesinado Constancio Ventura al estilo del mismo Álvaro Obregón en 1928 asesinado en La Bombilla de la capital mexicana.
¿Porqué se le llamó "Arroyo de los novios"?
1946...En el arroyo de los novios, se despedía a la pareja próxima a desposarse en la que fue nuestra cabecera municipal: Cuautepec.
Una noche antes, los preparativos de la boda (llamados por el pueblo "vísperas"), se realizaban con la la participación de los arperos más famosos de esa época, como Chico Bernal -una de las figuras más emblemáticas de estos años-, y por supuesto de Eduardo Gallardo Tornés, futuro "padre del son de artesa".
Pioneros del son.
En esta fiesta que la gente daba en llamar fandango, se velaba con aguardiente y mezcal la boda a realizarse al día siguiente. Sobresalía como la más destacada bailadora, Enedina Gallardo más y mejor conocida como "Jalisco"; además de Paula Gallardo Betancourt. Quiénes cantaban los sones en aquellos años eran Adelaida y Rafael Gallardo Tornés (hermanos de don Eduardo) y Rutilo Mejía.
Así como se reconoce como primera bailarina de nuestro son a Enedina Carmona "Jalisco", se debe recordar y dar el reconocimiento al hombre que toda la gente de esa época ubica como el primer gran bailador de "La Iguana". Nada más y nada menos que don Domingo de Guzmán Lorenzo Ascencio, personaje querido en Aquel Cruz Grande, mejor conocido simplemente por Guzmán Lencho.
El retorno nupcial.
Después de haberse casado en Cuautepec los novios, montados a caballo, regresaban inmediatamente a Aquel Cruz Grande y en el mítico arroyo, (de ahí el nombre) eran recibidos por familiares y amigos entusiastas. Desde ese frondoso y fresco paisaje, partían nuevamente hacia la casa de los desposados. La comitiva y la corte nupcial acompañaban a la hermosa novia y su ahora esposo, luciendo el blanco vestido.
Como ya hemos comentado en otras entregas, las bodas se efectuaban en las mismas casas -domicilios-, de la familia del novio. Lógicamente los invitados no eran del volumen actual, con lo cual la bebida se reducía a 10 cartones de cerveza y alguna botellas de anís o ron.
Al día siguiente la tornaboda y el fandango eran el "broche de oro" con que se cerraba el acontecimiento. Bailando son de artesa y hasta que el cuerpo aguantara se terminaban los festejos.
"Rapto Frustrado".
Era el amor inalcanzable para El Iguano cuya piel negra como la noche costeña contrastaba con la tez blanca de aquella joven. Esa mujer le quitaba el sueño y él sabía que robársela era la única posibilidad de alcanzar llegar a desposarla.
Pensaba en las palabras que invariablemente decían (los padres de la muchacha y las autoridades) como sentencia a quienes raptaban a una fémina: ¡Te tienes que casar!
Aquel dulce dictamen resonaba una y otra vez en la mente del Iguano. Soñaba, deseaba fervientemente robar a aquella hermosa flor blanca y escuchar "la sentencia": ¡Te tienes que casar!
La blanca dentadura del mulato cruceño, iluminó en la oscuridad de su aposento. Esa sonrisa le dijo a la noche, que había encontrado solución a su tormento: raptaría a la mujer que le robaba la calma.
Alta y esbelta, joven y bella, tenía la virtud de saber cocer a la moda de aquellos años, los mejores vestidos; era la modista preferida por las damas de Aquel Cruz Grande.
Al final de la pequeña calle, con rumbo a Las Marías, los montes circundantes se utilizaban para defecar. Quedaban relativamente cercanos a las casas y todos acudían sin recelo a cumplir con las necesidades fisiológicas. Una tarde, El Iguano, esperó paciente a que su amada acudiera a la cita impostergable que todos cumplimos con rigurosa disciplina.
Quiénes recuerdan el acontecimiento no pueden evitar reír. El Iguano ni siquiera esperó que la hermosa dama se subiera las prendas íntimas después de haber clausurado los trabajos higiénicos. Haciendo gala de su fuerza ante la delicada doncella, abrazándola, intentó montarla en su brioso corcel.
Al intento del rapto, los gritos de la joven se escucharon alarmando a los vecinos.
-¡Se roban a Leonor, se roban a Leonor! Era el clamor y, la emergencia llegó a oídos de nada más y nada menos que del legendario Chico Bernal. Rápidamente el mítico héroe cruceño, a lomos de su bridón, acudió en el acto al lugar de los hechos disparando su revolver "al aire".
El Iguano, amaba a aquella mujer y estaba decidido a dar todo por ella, (menos el pellejo). Conocía como pocos a Chico Bernal y al escuchar que el comandante venía en auxilio de la chica, puso tierra de por medio y abandonó la empresa. Su tropel no paró hasta verse fuera de la vista del caudillo. Pronto el Iguano se vió en la ciudad de México donde estaría cerca de 20 años, tratando de que Aquel Cruz Grande, olvidara aquel rapto frustrado.
Llegaron los años 60 y el Iguano ya estaba otra vez en Aquel Cruz Grande. No sabía más que escasamente leer y escribir. Ya casado, se integró a la orquesta del pueblo como baterista. El Iguano era admirado por su habilidad con las baquetas, al ejecutar platillos, cencerro, tones y timbales.
Un día fue invitado por don Eduardo Gallardo Tornés para que participara en un programa bailando son de artesa.
El popular y querido Meño olvidó aquel pasaje de su vida y quizá la misma dama (tal vez) se arrepintió toda su vida de no haberse dejado raptar por el Iguano, ya que murió con su honor intacto sin haber formado una familia.
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