Uno de ellos es sin duda Abel Mendoza Flores maestro de biología. Con apenas 23 años me era fácil hacer amigos y fue así como trabé amistad con él y otros profesores; en especial con Reynaldo Díaz Contreras y Raúl Lucero, que impartían electricidad y electrónica respectivamente.
Las noches de viernes de pizza y cerveza que en ocasiones terminaban en Acapulco fueron anecdóticas. Empezábamos en el Shakey's Pizza de las torres de Satélite, brindando con tarros de cerveza y comiendo. De pronto nos descubríamos por la libre de Cuernavaca bebiendo, con rumbo a Acapulco. Los humos de la cerveza y las rolas de Camilo nos hacían ir cantando y discutiendo tonterías hasta llegar a Cruz Grande.
Así también conviví con Abel que era más serio y más grande de edad que Reynaldo y Raúl. Manejaba una Caribe detrás de su viejo Rambler visitando tugurios y cantinas de mala muerte por los rumbos de Cuautitlán Izcalli. Abel era solo un compañero que me brindaba su amistad pero con el tiempo se hizo más que mi hermano.
Esa fue la primera de muchas visitas. Le gustaron tanto el pueblo y las playas que sus vacaciones las pasaba con nosotros en compañía de su familia.
Una noche de repetidas rondas cerveceras me dijo: Tú eres un gran amigo y te quiero hacer un regalo que se te va a gustar. Eres fanático del América. ¿Te gustaría conocer el club América? -Tu sabes que si, pero cómo entrar ahí, el acceso está restringido.
Yo te voy a llevar-me prometió-.
Creyendo que todo era producto de las cervezas ingeridas no tomé en serio su promesa.
Abel nunca me dijo que había sido arbitro profesional y que era preparador físico de clubes de Futbol. Su hermandad con Ángel González Monter, visor del centro de formación del Club América le permitía el acceso no solo al nido de Coapa sino a muchos otros clubes de Futbol de la primera división.
Fue de esa manera cómo realicé uno de mis más grandes sueños: pisar las canchas donde entrenaron y siguen entrenando jugadores y leyendas del club más importante de México.
Panchito me invitó en algunas ocasiones al llamada palco presidencial, ahí donde se entregó la copa del mundo a Pelé y Maradona. Desde ese palco y como invitado especial disfruté partidos de las águilas.
Así llegue a Coapa donde conocí a Carlos Hermosillo que me ha honrado con su cariño y amistad. Gracias a Abel Mendoza Flores.
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