"Pero cuánto darías por volver;
a jugar con tu perro una vez más;
a mirar de reojo aquel pastel,
que se burló de ti, tras el cristal"
"Tu como yo"
José Luis Perales.
A ti como a mi, tal vez nos tocó vivir una infancia diferente.
Si. En Aquel Cruz Grande no se festejaba a los niños como se hace hoy en día. Para nosotros no hubo políticos que "nos festejaran". Llegaba el día del niño y en las escuelas nuestros modestos maestros nos regalaban quizá unas mañanitas, pero ni las clases se interrumpían para ver algún programa con payasos y piñata.
Aquellos niños éramos poco afortunados, -en este sentido-, hoy sigue habiendo pobreza pero los niños de estos tiempos guardan por lo menos alguna ilusión al recibir en sus escuelas y por parte del gobierno festivales y algunos regalos y golosinas gratis.
En Aquel Cruz Grande, nuestros padres nos envíaban a la escuela sin un peso en la bolsa; hoy no hay niño que salga de su casa sin dinero "para el recreo".
Las golosinas que los niños de Aquel Cruz Grande podían comprar en el recreo no eran los refrescos ni gansitos, ni las tortas que tanto perjudican la nutrición de los infantes. Quién llevaba el famoso "veinte" podía saborear en el recreo:
Charamuscas -un caramelo casero quiebramuleas elaborado a base de maíz y azúcar. También algunas señoras vendedoras se acercaban a la escuela a con pinole, mangos verdes con chile, cochitos -especie de panqueque- , bocadillos -dulce de coco- y agua de limón. Muchos -la gran mayoría- saciaban su sed tomando agua de la llave o yendo a la casa de don Homobono a pedir "les regalaran un vaso de agua".
Las fiestas infantiles eran sólo un privilegio de los niños ricos, cuyos padres podían organizarles un festejo con pastel y piñata. Cuando el afortunado niño (o niña) cumplía años, sus padres traían desde el puerto un día antes los antifaces y gorros. Desde la pastelería prestigiada de Sabino´s con un cuidado extremo; se transportaba el rico pastel del cual nosotros los invitados recibíamos sentaditos, una laminita o porción pequeña que se nos hacía nada en la boca.
¡Cuánto hubiera querido en lo personal, hartarme hasta reventar con un pastel sólo para mi! Empero, aquel manjar celestial sólo era para los que tenían la dicha de poder comerlo hasta decir basta.
Es cierto, aquella infancia tal vez fue -para algunos- dolorosamente pobre, pero al recordar a mis amigos de la infancia se que fueron afortunados porque al llegar a casa con todo y las miserias o pobrezas que pudo haber; tenían en el hogar la valiosa presencia de sus hermanos y padres que con amor los cobijaban.
Quizá aquellos niños de Aquel Cruz Grande hoy son abuelos y con nostalgia recuerdan el niño o niña que fueron y ven con orgullo como los nietos disfrutan (y muchos casos paradójicamente les resulta poco lo que les dan).
Hoy los niños festejan su día, los ricos y los pobres. Aquellos ni siquiera teníamos un boleto gratis para subir a un juego mecánico como los niños de hoy. ¡Cuánto hemos cambiado! Pero por encima de cualquier circunstancia cronológica, felicidades para todos los niños de ayer, de hoy y de siempre...
Con cariño: Cheíto.
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