Cruz Grande, (Costa Chica),
pasando por "Caridad",
detente: no le sigas;
La boda va a comenzar.
Vente ya mi costeñita
¡vámonos a la carrera,
mira, mira que los novios,
vienen por la carretera!
"La boda costeña"
Grupo Misterio.
Los enamorados se citaban ahí. Era un hermoso lugar. Los frescos y frondosos bocotes, los verdes papayales y la vegetación diversa, adornaban exuberantemente aquel pequeño edén. Ahí, corría tintineante y cantarino un cristalino arroyuelo, en cuyo paisaje cotidiano se recortaban desde lejos las gráciles figuras de las mujeres cruceñas portando de manera milagrosa en la cabeza, los cántaros sanmarqueños.
Aquel lugar no sólo se visitaba para ir por el agua pura y cristalina con la que Aquel Cruz Grande calmaba su sed; también era el punto de encuentro donde los jóvenes enamorados podían verse; para apuradamente dialogar, diciéndose cosas propias del cortejo y la conquista romántica. Las negras y estrelladas noches fueron cómplices de aquellos que planeaban unir sus vidas y desde ahí, a lomo de caballo, el apuesto cruceño cruzaba el arroyo cabalgando con el amor en ancas de su corcel.
Algunos caballeros cruceños, temerosos de ser buscados por la familia de su amada esa misma noche de la huida, se internaban en alguna huerta cocotera lejana o escondida que le garantizara la tranquilidad de una velada en la que pudiera consumar la copulación. Esta circunstancia al ser realizada, sellaba por completo el proyecto nupcial y ya con ello, los padres de la novia exigían invariablemente la "reparación del daño" con el consabido ultimátum: "te tienes que casar".
Al siguiente día la noticia corría fresca y escandalosa con la frase que para la casa de la novia
era afrentosa y para la casa del novio era de regocijo: ¡Hay novios, se juyeron anoche en el arroyo!
Ya en años más recientes de la década setentera, me tocó ver "raptos" de características más urbanas. Un cruceño conocido mío que había sido compañero de la primaria, se llevó a su novia del puesto de pan en el centro de Aquel Cruz Grande, (ya no se utilizaba el arroyo de los novios) a su casa. Los familiares le recibieron con la discreción que el caso ameritaba y mientras los novios se instalaban en el tálamo, ellos esperaban pacientes con los cuetes en ristre, para anunciar que la virginidad de la novia estaba certificada. La espera estaba resultando larga, el novio tal vez presa del nerviosismo, no atinaba a desflorar a su virgen amada. Tal vez las repetidas preguntas de sus tías y de sus padres que a prudente distancia le preguntaban el estado que guardaba la empresa, impedían que se concentrara en su objetivo. La respuesta era negativa y por lo tanto los nervios se apoderaban más del novio pues corría el peligro de que los familiares de su pretendida fueran a quitársela.
-¿Ya? Era el cuestionamiento que seguía haciendo la familia. La respuesta era la misma, el novio, ya cansado se declaró impotente. A grandes males, grandes remedios. Rápidamente fue trasladado al consultorio de mi tío Rogelio Bonilla y fue en ese momento, donde chuscamente se solicitó al primer doctor de Aquel Cruz Grande, le inyectara algún medicamento, explicando el motivo y la razón de la urgencia. Mientras, en el tálamo, la novia esperaba pacientemente. Finalmente la poderosa ampolleta resultó exitosa y en cuestión de media hora, se escucharon los cohetes escandalosamente anunciando que la docella había cursado la prueba virginal de manera exitosa.
Esos fueron los protocolos de antes "de tirar los cuetes". Una vez que el novio declaraba consumada la empresa, una comitiva de comadronas, tías o hermanas mayores del novio, ingresaban a la recámara a analizar las pruebas de castidad. El color de la sangre en las sábanas indicaba la castidad o la impureza en su caso de la que estaba por ser parte de aquella familia. Si por desgracia la novia resultaba con mácula, se suspendían toda clase de proclamaciones nupciales. La deshonra y la burla para su familia se comentaba en todo el pueblo y sólo había dos caminos para ella: aceptar quedar como "querida" sin tener una boda religiosa y por lo civil o, regresar humillada a casa de sus padres.
En cambio, la novia huida cuyo examen resultara exitoso en la famosa aduana de las sábanas, era festejada en el mismo momento. El silencio de la noche cruceña era interrumpido por los cuetes y en seguida familiares , vecinos y amigos acudían entusiastas a celebrar el acontecimiento. En ese trance el novio razonablemente no deseaba más que seguir disfrutando las delicias de la intimidad; mientras que afuera de la recámara, la fiesta ya se encontraba rociada de aguardiente, cerveza y anís.
Los amigos solteros del novio llegaban a felicitarlo y se integraban mañosamente a los festejos, llamando pícaramente al feliz raptor a brindar, mientras este buscaba la manera de complacerlos saliendo por momentos de su habitación, intentando seguir su disfrute. La futura esposa también corría con la misma suerte, sus amigas y nueva familia, materialmente la obligaban a empinarse la botella de anís y pronto los efectos del licor la dejaban semiconsciente. Era bañada (con todo y ropa), frente a los morbosos asistentes con agua helada para reanimarla a seguir bebiendo.
Los amigos solteros del novio llegaban a felicitarlo y se integraban mañosamente a los festejos, llamando pícaramente al feliz raptor a brindar, mientras este buscaba la manera de complacerlos saliendo por momentos de su habitación, intentando seguir su disfrute. La futura esposa también corría con la misma suerte, sus amigas y nueva familia, materialmente la obligaban a empinarse la botella de anís y pronto los efectos del licor la dejaban semiconsciente. Era bañada (con todo y ropa), frente a los morbosos asistentes con agua helada para reanimarla a seguir bebiendo.
Mientras tanto, en la casa de la novia el ánimo era parecido al de un velorio. Algunos de los amigos y familiares mas cercanos, se atrevían a llegar a presentar "su solidaridad" con el padre de la "huida". Pronto, en el instante mismo en que se certificaba la virginidad de la doncella; los familiares del novio, integraban una embajada, encabezada por el padre y personas adultas de confianza del "raptor". La finalidad de esta comitiva era trasladarse ipso facto al domicilio de los padres de la novia para conocer "el parecer". Al llegar a la casa de la familia "ofendida" por los acontecimientos, los embajadores (sin embargo), eran bien recibidos generalmente, y al solicitar la opinión del padre, si todo transcurría normalmente, este aceptaba con resignación espetando "haber deseado que las cosas hubieran sido por pedimento de mano". Todo eso era un mero formulismo pues esa misma táctica había sido empleada por la mayoría de los presentes para terminar en el altar. Sonaban entonces los vasos y las copas brindando por el acuerdo de paz y consentimiento, después de ser garantizada la boda. Los abrazos entre los futuros consuegros se repetían durante la visita de los embajadores que, embriagados por el vino y la música entonaban con la guitarra corridos y canciones de la época.
No faltó por supuesto, el cruceño celoso e intransigente que jamás perdonó a su hija huida. Una anécdota que retrata a ese tipo de padre, es aquella en que los comisionados llegaron a la casa de Don Baldomero, expresando los motivos de la visita y enunciando los deseos de su futuro yerno.
-Don Baldomero, el muchacho fulano, reconoce su falta, pero le pide su perdón y consentimiento para casarse con su hija...¿Qué opina usted?
-Que venga para descargarle mi pistola. Si me aguanta cinco balazos le doy permiso...
No faltó por supuesto, el cruceño celoso e intransigente que jamás perdonó a su hija huida. Una anécdota que retrata a ese tipo de padre, es aquella en que los comisionados llegaron a la casa de Don Baldomero, expresando los motivos de la visita y enunciando los deseos de su futuro yerno.
-Don Baldomero, el muchacho fulano, reconoce su falta, pero le pide su perdón y consentimiento para casarse con su hija...¿Qué opina usted?
-Que venga para descargarle mi pistola. Si me aguanta cinco balazos le doy permiso...
El epilogo a la historia del rapto o huida nupcial, se daba el mero día de la boda religiosa. El padre ofendido no asistía a la ceremonia. La familia completa se quedaba en casa esperando a la gran comitiva con los novios recién casados que, previo acuerdo, asistirían a requisitar el trámite final denominado por todos como El Perdón. En ocasiones acudir como invitados al perdón, era tener que subir a una camioneta de redilas rumbo al domicilio del evento, cuando este era de algún pueblo o ranchería vecino a Aquel Cruz Grande.
En la sala de la casa de la novia ya se encontraban debidamente engalanados los hermanos, y sus padres; este último en algunos casos, no dejaba pasar por alto la afrenta y con un fuete o reata de lazar en la mano hacía que los novios se hincaran en un petate nuevo, colocado especialmente para la ocasión. Sonaban tres o cuatro los azotes del perdón y una vez saldado el asunto, el padre de la novia, solicitaba a la pareja el abrazo, sellando el indulto. Cubierto el requisito, las dos familias protagonistas y sus invitados, subían a la camioneta de redilas con rumbo del domicilio del novio, donde se efectuaría la fiesta nupcial. (Cheo Juárez)
Muy interesante la manera de detallar las costumbres del pueblo, me agradó bastante y me recordó algunas costumbres del México de antaño.
ResponderEliminarAlgunos de mis primos llegaron con la respectiva doncella a casa de mis papás en las Marías a consumar el rapto. Mis papás les daban una cama alejada de todos los niños que ahi estabamos. Y mi curiosidad me hizo conocer algunas historias como la de Toto cuando se robó a Porfiria solo porque la chiquilla de 12 años salio a bailar con el en el baile de gala de la Santa Cruz.
ResponderEliminarEn muchas bodas religiosas, me daba una vuelta a la iglesia solo para ver el color del vestido de la novia; yo no sabía el significado de:"la novia no salió bien". Y regresaba a mi casa(atrás de la iglesia) a decirle a mi mamá:"la novia no salió bien porque su vestido no es blanco" y ella me decía: cállate esa es plática de grandes.🤭🤣🤣🤣
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