Yo soñaba con la vida
y en mis manos sin saberlo la tenia
y en mi casa, en mis cuentos y en la escuela
y en los lazos de aquel ángel con dos trenzas
eso era la vida, eso era la vida
Pero yo no lo sabia; pero yo no lo sabia
y se fue mi juventud, sin saber que era la vida.
"Eso era la vida"
Manuel Alejandro.
Gabriel Rafaela. Popular entre los chavales de Aquel Cruz Grande, le decíamos el canalla por un personaje de las historietas que a él le gustaba. Hoy es un excelente profesor de educación física. |
A Roberto...
La primera vez que lo vi fue en el corredor de la escuela primaria de Aquel Cruz Grande. Mientras algunos niños como güero Licha, Rommelito y algunos más, jugábamos mete-gol para en la cancha pública otros; jugaban canicas bajo aquel galerón.
"Loya" no era tan bueno jugando pero tenía una inteligencia que le permitía adecuar las reglas del juego casi siempre a su favor. Chamagoso como casi todos los que participaban con él, batallaba, jalando energicamente de vez en cuando las secreciones verdes que bajaban por inercia de su nariz.
Al paso de las semanas lo ubicaba como compañero de la primaria, era de los más populares de la escuela, pues aparecía en todos los juegos organizados, pero sobretodo en las "retas de apuesta" de futbol en las que parecía el que organizaba los partidos y quién decidía en qué momento se terminaban; sobretodo si -eventualmente- perdía.
Fuimos antagonistas, y las tardes de Aquel Cruz Grande se llenaban de los gritos y alegatos entre nosotros.
Sólo en dos ocasiones fuimos compañeros de equipo y nadie nos ganaba, pues anulábamos a nuestro favor los goles en contra, aplicando las reglas que solo nosotros conocíamos.
Pasó el tiempo y aún siendo adultos seguimos nuestra rivalidad deportiva y política -lo destituí de la presidencia de la liga de futbol-. Curiosamente dos años antes de su muerte, nuestra rivalidad se convirtió en hermandad. Empezamos a tratarnos con mucho respeto y a reconocernos como lo que en realidad éramos: dos seres que habíamos compartido muchas cosas en común.
Una tarde nos comunicaron que Roberto había muerto en México, donde había ido a consulta pues mantenía una lucha contra sus deficiencias renales tal vez. Yo lo vi caminar con rumbo al crucero con su maleta. Esa que fue su última tarde en Cruz Grande, pasó y agitó su mano diciendo sin querer su último adiós.
Acudí por la mañana de ese día triste, a dar el último adiós a un hermano, y al llegar al umbral de la puerta donde ya le rezaban, lloré con el sentimiento sincero que no pude ni quise controlar. En la muerte de Roberto, vi retratada mi propia muerte porque parte de mi, murió con él. Me di cuenta que con "Loya" nunca nos separó ni el fútbol, ni la política deportiva ni nada, éramos dos hermanos que nos demostrábamos el cariño con pleitos sin importancia y que en realidad nunca fueron más allá de eso. Al llevarlo a su última morada, fui yo, atribuyéndome derechos que no me correspondían, quién lo despidió.
Unos años antes, las señoritas Pérez de la calle Cuahutémoc me llevaron a mi casa la noticia de la muerte de mi padre.
-De parte de Don Ricardo Juarez... -papá de René Juárez-. Dice que están velando a tu papá en Acapulco...
-Debías ir, dijo mi mamá...
-¿Para qué?-dije-. Su muerte no me decía nada, no lo conocí, nunca supe de un abrazo o un beso de él. Me encerré en mi cuarto a ver televisión. Fue para mi una noche como cualquier otra.
No cabe duda que las personas que conviven en los momentos iniciales de la vida, son parte de nuestra propia vida y con ellos se va parte de nuestra existencia si ellos se van para siempre.
Para ti hermano...donde estés...
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