"La gente dice que soy el muñeco de la ciudad
La gente dice que soy el muñeco de la ciudad
Porque soy negro, negrito con la cara colorá
Porque soy negro, negrito con la cara colorá".
La gente dice que soy el muñeco de la ciudad
Porque soy negro, negrito con la cara colorá
Porque soy negro, negrito con la cara colorá".
Boby Valentín.
Don Pedro era todo un personaje de Aquel Cruz Grande, irradiaba tanta simpatía que hasta los más temibles pistoleros de la costa chica cedían ante sus ocurrencias festejando -entre dientes-sus bromas.
Don Pedro se auto nombraba "el muñeco de la ciudad", cuando se encontraba alegre por los efectos de algún licor. Un día, se hizo presente en una especie de convención en el barrio de Caridad municipio de San Marcos; ahí se reunieron los más afamados gavilleros de la región. La casa del Zanatón era la sede de aquel convivio sui géneris.
Cuando Don Pedro llegó a la reunión, uno que otro pistolero dijo incómodo.
-Híjooole, ya llegó Pedro, ya se dañó la cosa...!
-¡Buenas tardes señores! dijo a todos el cruceño recién llegado, a los que ya se encontraban en la mesa departiendo la barbacoa blanca, rociada con abundantes mezcales y cerveza.
Todos aquellos hombres mal encarados, contestaron el saludo con una sonrisa fingida pero cortés.
-¡Qué pasó Pedro, qué bueno que veniste chingao!-dijo su amigo el Zanatón-.¡Tómate una cerveza conmigo!
-¡Claro hombré, si a eso vine!
-¡Salud Pedro!, dijo el Animal desde la cabecera principal de las mesas.
-¡Salud, Gerardo! -dijo Don Pedro-, al temido pistolero Sanmarqueño (que era famoso por matar por la simple desgracia de que alguien le pareciera feo).
Alegres pasaron las horas entre los repetidos brindis y conversaciones sobre gallos de pelea y negocios que despedían fuerte olor a pólvora; cuando Don Pedro, visiblemente emocionado, pidió la palabra para decir una salutación a los héroes de la bala.
-Pedro, no la vayas a regar-, le dijo el Zanatón-.
-¡No tengas cuidado hombré! -le contestó "el muñeco..." que inició su discurso así, con voz suavemente modulada, pero segura y firme.
-¡Hooombres valientes..!, ¡Hooombres que no conocen el miedo..!, ¡Hooombres que se matan cara a cara..!
Sonaron las palmas y los balazos al aire celebrando las palabras de Don Pedro, todos los pistoleros habían sido halagados en aquel mensaje espontáneo. El ágape continuó con más bebidas, más camarones al mojo de ajo, más botanas y más queso de prensa para aquellos siniestros personajes. Después de una hora, Don Pedro chocó la cuchara contra su vaso, ahora rebosante de mezcal de pechuga.
-¡Amigos, por favor pongan atención que voy a decir unas palabras!
-¿Otra vez? Ya Pedro, ya hablaste, y -lo hiciste muy bien-.
-¡Déjame cabrón!, ¡Quiero hablarles a mis amigos!
-Déjenlo que hable hombré-dijo Gerardo-.
Don Pedro se paró tambaleándose y carraspeando, comenzó su nuevo discurso.
¡Hooombres guerrilleros!, ¡Hooombres violadores...! ¡Hooombres forzadores de hombres..!
Los amigos de la bala ya no aplaudieron; tratando de retomar sus conversaciones intentaron no darse por aludidos; pero finalmente ante las carcajadas del Zanatón, todos terminaron celebrando las ocurrencias de la simpatía irresistible de "El muñeco de la ciudad"...
Los amigos de la bala ya no aplaudieron; tratando de retomar sus conversaciones intentaron no darse por aludidos; pero finalmente ante las carcajadas del Zanatón, todos terminaron celebrando las ocurrencias de la simpatía irresistible de "El muñeco de la ciudad"...
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