"Aquel Cruz Grande" (D.R.) 2015.

IDEA,DISEÑO,IMÁGENES, TEXTOS Y REALIZACIÓN:
ELISEO JUÁREZ RODRÍGUEZ.
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*Derechos Registrados (2015). protegidos a favor del autor.

miércoles, 27 de julio de 2016

ECOS DE AQUEL CRUZ GRANDE...*



Uno de los hechos que marcaron mi vida en la niñéz, fue el que a continuación les voy a compartir.
Lo recuerdo como si hubiese sucedido ayer.

Fui con una moneda de un peso a la tienda a comprar un kilo de grapas para arreglar el corral de la huerta de Las Marías, sólo tenía ocho años; era una tarde lluviosa de agosto.

Aquella gran tienda parecía estar a punto de la quiebra; los grandes estantes de madera lucían casi vaciós. Llegué y apenas si alcanzaba a ver a traves del mostrador, no había nadie.
Toqué tres veces con la gruesa moneda sobre el mostrador y grité.

-¡Quiero!, ¡Quiero!, ¡Quiero...!

Una fuerte detonación se escuchó en la trastienda. Después de un largo silencio: gritos y lamentos desgarradores; la bella joven Remedios de tan sólo 16 años, decidió quitarse la vida inexplicablemente, regresé a la casa de mi mamá grande, impactado. Eran los años 60, una tarde trágica en la vida de Aquel Cruz Grande.
Fue una de las épocas más tristes de mi infancia, aquella que pasé al lado de mi Mamá Grande.
Por situaciones ajenas a ella, mi madre nos dejó por unos meses en la casa de mi abuela en la calle Cuauhtémoc.

¡Qué difícil es vivir sin la presencia de una madre, sobretodo en la edad en que más se necesita!
En mi caso fueron los días más tristes y junto a los recuerdos del Internado Morelos en Chilapa, son dolorosas imágenes que aunque superé, jamás voy a olvidar.

Con aquellas lluvias intensas se me antojaba comer unas enchiladas acompañadas del champurrado que vendía doña Valeria Jacinto, en el corredor de la casa de Don Vito Manzo, también me atormentaban el aroma de los tacos y tostadas de Doña Nanda; porque la comida en casa de Mamá Grande, -que era escasa y mala-, era acompañada de regaños y reprimendas. Por las tardes extrañaba la figura de mi mamá y añoraba los dulces y las galletas de la tiendita que teníamos en la calle de Florencio Villarreal, antes de que nos sacaran de ese domicilio. Era necesario estar ahí pues no teníamos dónde vivir y mi mamá se encontraba buscando donde nos rentaran o prestaran una casa. Y sólo dios sabía que si nos sacaban de la casa de donde estábamos era para darnos otra mejor.

Quiso el señor  favorecernos con una gran bendición: había quedado sóla la casa que ocupaba el ex-presidente y médico de profesión Humberto Mayo; esta propiedad era de Don Ernesto Salomón y fue su viuda doña María Pérez quién gentilmente le prestó y -después le vendió- a mi mamá, la casa que habitaríamos para siempre.

Ya teníamos uno o dos años viviendo en el nuevo domicilio, la venta de cerveza nos ayudaba notablemente y en la famosa feria de mayo o en diciembre las altas ventas de Superior "la rubia de categoría", significaban una comisión que permitía a mi madre invertir en la compra de tamaríndo y jamaica; sin embargo; no teníamos la seguridad de tener una casa propia.

Una mañana un personaje querido y familiar nuestro, de gran poder económico en toda la región, llegó a la casa; eran las siete y escuchábamos las noticias de la RCN de Acapulco.

-¡Hijaaá, hijaá!
-¡La mano, tío!, ¡Buenos días! ¿En qué le puedo servir?
-Hijá...¿tu de casualidad no sabes dónde vive María Pérez en Acapulco?
Doña Rufi sabía el domicilio de María Pérez, la propietaria de la casa, pues cada mes le llevaba la renta a su domicilio en el puerto, pero la inteligencia que le caracterizaba le aconsejó no revelar la dirección a su tío.

-No tío, lo siento, no la sé...
-Mira hijá, cuando venga o la veas, dale mi recado: ¡me urge hablar con ella!
-Sí tío, no tenga usted pendiente, así lo haré...
Mi madre, esperó con paciencia que mi tío abuelo se retirara y de prisa tomándo su rebozo, se apresuró al crucero para viajar en ese mismo rato al Puerto.

-¿Qué deseas Rufiniana, a ver dime qué es lo que quieres?- le preguntó a mi madre, Óscar Alonso, un empresario español joven que representaba los intereses de la cervecería Cuauhtémoc en el gran depósito que aún existe en la calle Ejido del puerto de Acapulco-.

-Vine a decirte que ya no voy a vender cerveza, van a comprar la casa...
-¿Y porqué no la compras tú?
-¿Y yo conqué la compro Óscarito..?
-¡Vamos hombre, que cuanto te cuesta!
-Quieren cincuenta mil pesos...
-Súbete al carro-le dijo el empresario a mi mamá. Era un LTD negro que en aquellos años poseían sólo los potentados.

Llegando a la sucusal de Banco Mexicano del sur, en el zócalo porteño, el español entró al interior del banco y de la caja principal, tomó personalmente un fajo de billetes de cincuenta mil pesos y a través del cristal le dijo a mi mamá.
-Toma Rufiniana, y... que dios nos ayude.

La compra de aquella casa fue una gran sorpresa para otro acaudalado del pueblo, un rico ganadero que esperaba pacientemente a que le fueran a ofrecer la propiedad; él también confiaba en que nadie -excepto el tío de mi madre y él-, tenían el dinero suficiente para comprar aquella casa en el centro del pueblo, pero dios quiso que fuera para nosotros sin tener un sólo centavo para comprarla..

Con aquella buena suerte y las ventas de cerveza en la feria de Mayo y Diciembre se incrementaron de manera sustancial. Todo el mundo quería estar en nuestro restaurant, mientras esperaban al obispo para confirmar o bautizar o disfrutar simplementede la feria, bailando con Los Magallones.


*Si te gustan las historias de Aquel Cruz Grande ve al archivo del blog, que se encuentra en la parte de abajo.

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